Febrero 2017El Periódico del Tiétar
Hace tan solo medio año que he comenzado a vivir en el valle del Tiétar. No lo conocía antes, y me cautivó desde el primer instante en que se abandona la M-501 y se inicia el camino por la carretera local. Mi destino se hallaba concretamente en La Pililla, aquella casa del "Opus" situada a la entrada de Piedralaves.
A las pocas semanas de mi venida, me interesé por el lugar. Se percibía que cada piedra del edificio tenía su propia historia. Sin embargo, después de navegar un tiempo por el "señor Google", no encontré nada más que un toro en el que una persona lanzaba su pregunta: "¿Alquien sabe qué es exactamente la casona que hay a la derecha de la CL 501 al pasar la Adrada?". Y ni una respuesta convincente.
Desde entonces, junto con otras personas, he empezado una labor de investigación periodística para conocer la historia real de La Pililla y, como respuesta a una petición, me dispongo a transmitirla, para que no haya más secretos que nos rodeen. Me ha ayudado mucho en este trabajo personas que viven aquí desde hace varios años, y gente que ha trabajado en la construcción de esta casa, como Juan, Raúl...
Comencemos por el nombre: procede de un abrevadero para el ganado que se halla en el camino forestal que conecta La Adrada, Piedralaves, casavieja... por el monte. De hecho, esta misma denominación se empleaba para distintas zonas a la salida de La Adrada: La Pililla de la Miel, La Pililla de los Quesos... y en cuanto se iniciaron las obras del nuevo edificio, se nombró como La Pililla del Opus (alejado de cualquier tono despectivo que se pueda inferir).
Juan me aseguró que era un terreno destinado para el cultivo de centeno, porque carecía de condiciones para ser habitada. Apenas había arboles por aquel entonces. La finca pertenecía a la familia de Chamorro, que la había adquirido en torno al año 1934. Se interrumpió la construcción de una via de tren que se había proyectado. En 1939 el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá (Barbastro, 1902-Roma, 1975) planteó a los jóvenes que dirigía espiritualmente la conveniencia de buscar un lugar para que repusieran fuerzas de la Guerra Civil. Uno de ellos solía veranear en el Valle del Tiétar con su familia, y le habló del buen clima que poseía, la abundancia de pinos, el ambiente seco... Estos elementos favorecen el descanso y el cuidado de la salud. La viuda de Chamorro y sus tres hijas les cedió temporalmente la finca. Solo estaban en pie los muros que delimitan el terreno y la caseta del guarda, a la entrada. Por tanto, los muchachos dormían en tiendas de campaña provisionales. Resultó muy positiva la experiencia, y continuaron sus estancias veraniegas en los años posteriores. En ese momento, san Josemaría comenzó a hablar de la necesidad de obtener algún lugar donde los miembros de la Obra, y todas las personas que quisieran asistir, pudieran realizar sus cursos de retiro o convivencias.
Y así, a pesar de los años transcurridos, podemos encontrar en la web de La Pililla estas mismas referencias: "La Pililla es un Centro de formación humana y cristiana situado en Ávila, en el que se organizan actividades orientadas al desarrollo integro de la persona: madres y padres de familia, profesionales, estudiantes, sacerdotes...".
Finalmente, la finca fue comprada en 1943 por el beato Álvaro del Portillo, sucesor y mano derecha del fundador, por un módico precio. Al año siguiente, el obispo de Ávila, don Santos Moro, concedió la venia para la erección de La Pililla. Fernando Delapuente fue uno de aquellos jóvenes que acudieron a descansar en verano, y se convirtió en l encargado de realizar los planos de la futura casa, aunque era ingeniero y pintor. Una curiosidad: se notaba que no era arquitecto sino que la casa está diseñada por un artista. Fue el momento en que apareció Juan junto con otros obreros para trabajar en la edificación. Se tuvieron que enfrentar a numerosas dificultades, entre ellas la inexistencia de agua, para lo que tuvieron que construir un depósito de agua. Además querían emplear materiales de la zona, por ejemplo, la piedra labrada procedente de la Cantera de Cebreros. Contrataron 33 canteros, y uno de ellos realizó la fuente del gallo que se halla en el jardín de la Residencia de La Pililla. De igual modo, fundamentaron el mobiliario en maderas de la zona: pinos, castaños, nogales..., y los herrajes procedían de la forja que hay en Piedralaves. Por otro lado, consiguieron las excedencias de cerámica de la Fábrica de Cerámica Artística Nuestra Señora del Prado, en Talavera, y fundado por Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo, debido al cierre de dicha fábrica. No obstante, el proyecto en el que estaban invirtiendo todas sus energías se vio detenido temporalmente por la falta de dinero y por la ausencia repentina de los más involucrados en la obra: Delapuente y Del Portillo. Nuevamente fue retomada hacia el año 1959. Se finalizó al poco tiempo, y a partir de entonces comenzó a utilizarse la casa de forma ocasional, especialmente en verano. Cada vez que acudía san Josemaría, celebraba la Misa en la iglesia de Piedralaves, en donde se inspiraron en u cuadro para realizar otro similar que hay en la ermita de La Pililla: la Coronación de la Santísima Virgen.
Esto sucedió únicamente en los primeros años hasta que se terminaron las obras de los oratorios de la casa. Fue en el año 1961 cuando san Josemaría vino de nuevo, esta vez desde Roma donde residía, para consagrar el altar. Una de las personas que aún viven el La Pililla, Antonina, recuerda perfectamente estos días, pues desde entonces vivía en La Pililla. Una vez conocida la historia acerca de cómo surgió La Pililla y a cuento de qué, cabe preguntarse qué hay de puertas para adentro: quiénes viven, qué hacen, en qué trabajan exactamente... Además, próximamente se dará a conocer el proyecto que están elaborando: un estudio sobre la cultura (desde el arte y al artesanía hasta la gastronomía) para proponer una inclusión territorial en el ámbito de las ciudades y en el marco europeo. Es decir, realzar todo el valor que posee el Valle del Tiétar a los ojos de Europa entera.
(Elvira Lorenzo López, El periódico del Tiétar, Febrero 2017)